martes, 2 de junio de 2020

Francisco de los Cobos

Francisco de los Cobos y Molina, político y mecenas. Nació en Úbeda (Jaén) alrededor de 1477 y murió en Úbeda en 1547 aproximadamente a los 70 años de edad.

El emperador Carlos I depositó su confianza en muy pocas personas debido a su reservado carácter. Una de ellas fue Francisco de los Cobos, quien, tras una dilatada carrera, alcanzó el importante cargo de secretario del rey.

A lo largo de su vida tuvo una gran relevancia tanto política como económica que le convirtió en una de las personalidades más influyentes y poderosas de su época.

Familia

Nació en el seno de una familia de baja nobleza. Su padre, Diego de los Cobos, había sido regidor de Úbeda, y había participado en la campaña final de la guerra de Granada. Su madre fue Catalina de Molina.

En 1522, contrajo matrimonio con María de Mendoza y Sarmiento, hija de Juan Hurtado de Mendoza y María de Sarmiento, Condes de Rivadavia, de tan sólo catorce años.

De esta manera emparentó con una de las más poderosas familias castellanas del momento, los Mendoza, que habían mantenido fuertes vínculos y alianzas con la monarquía. Sus hijos fueron Diego de los Cobos y Mendoza, I Marqués de Camarasa y María de los Cobos Sarmiento de Mendoza.

Inicios profesionales

Su tío, Diego Vela Allide, que era funcionario en la Corte, fue la persona responsable de que el joven Francisco llegara a la Corte, formando parte de su servicio.

Poco después, Francisco logró el ascenso a escribano de cámara y en 1503 pasó al servicio de Lope Conchillos, ocupando el cargo de oficial de la Secretaría de Indias.

Lentamente iba consolidando su posición administrativa y fue nombrado Contador mayor de Granada (1508), regidor de Úbeda y regidor de Granada (1511).

Contacto con Carlos I

El fallecimiento del rey Fernando el Católico en 1516, provocó un viaje de Cobos a Flandes con el fin de cortejar a los consejeros del nuevo rey, Carlos I. El viaje cumplió sus expectativas y Cobos fue nombrado secretario del rey. Su prestigio dentro de la sociedad de la época se incrementaría y en 1519 fue nombrado Caballero de la Orden Militar de Santiago.

Secretario de Carlos I

Hacia 1520 Francisco de los Cobos y Molina llegó a ser un apoyo indispensable para el rey Carlos I, se convertiría en el responsable de los asuntos castellanos en la Corte, y además en pieza clave para la política financiera del imperio español.

Los primeros años de la década de 1530 Cobos, junto a Granvella, fue la mano derecha del rey, acompañándole en todos sus desplazamientos y asesorándole en las negociaciones diplomáticas.

Como consejero de Estado, acompañó al emperador en su ceremonia de coronación en Bolonia en 1530 y en la campaña de Túnez en 1535.

Riquezas

En esta década también dedicó tiempo para ampliar su patrimonio personal, consiguiendo para su persona y sus herederos el nombramiento de Adelantado de Cazorla y las villas de Sabiote, Torres y Canena.

En el marco económico, fue pionero en la explotación minera en territorio español y obtendría los yacimientos mineros de los términos de Vera, Azuaga, Toledo, Navarra, Cartagena y Lorca.

Igualmente consiguió como donación la explotación salinera de Nicaragua

El espaldarazo definitivo a sus finanzas lo consiguió como “Ensayador mayor de los metales preciosos de la Casa de Contratación de la Indias”. Este título le proporcionaría una riqueza incalculable.

También recibió del emperador la potestad para percibir los tributos sobre el abastecimiento de carnes de Úbeda y sobre el tabaco de toda Andalucía.

En 1534 el rey Carlos I le concedió la explotación de las minas de la zona cartagenera que en la actualidad se conoce como diputación de Alumbres. En una Real Cédula otorgada en Madrid se le concedía el derecho de explotar las alumbres del Obispado de Cartagena, y la potestad de transferirlas a sus hijos en herencia.

Crisis económica

Cobos empezó a enfrentarse con las dificultades económicas derivadas de las costosas guerras europeas que mantenía Carlos I en Europa contra Francia y en la península Itálica. Estas dificultades irían acrecentándose hasta el final de su reinado y no tendrían solución, por lo que el problema pasó al sucesor del emperador, su hijo Felipe II.

Entre1539 y 1545 los compromisos del emperador le hicieron dejar la regencia de las posesiones peninsulares en su hijo, el futuro Felipe II, incluyendo entre sus recomendaciones seguir los consejos de Francisco de los Cobos.

En febrero de 1547, Francisco de los Cobos se retiró a Úbeda aquejado de una enfermedad que le provocó la muerte.

Mecenas y coleccionista

Hay una faceta en la que Francisco de los Cobos destacó especialmente: El mecenazgo y apoyo al arte, con una clara intención de acumular obras valiosas, que tuvo una influencia decisiva, gracias a sus contactos con Italia, fruto de sus cargos políticos.

Debido a su cargo, recibió numerosos obsequios que, unidos a sus adquisiciones, conformarían una impresionante colección artística.

Entre su colección había retratos de miembros de las casas reales europeas, así como de los antepasados de su esposa, los Mendoza.

Además incluía otros objetos exóticos, obsequiados por Hernán Cortés y Francisco Pizarro, traídos de los tesoros de los reinos recién conquistados en América. Tal es el caso de un manuscrito azteca encuadernado en piel de tigre.

Tras la muerte de Francisco de los Cobos, se realizaron en varias ocasiones inventarios de la fabulosa colección de arte, sólo para inventariar los bienes pertenecientes a la Sacra Capilla del Salvador, en la Iglesia de Úbeda.

Capilla de El Salvador

Como hicieran otros nobles, Cobos no sólo edificó palacios en Úbeda y Valladolid sino que edificó también varias iglesias con el permiso del obispo de Jaen.

La que aún se puede contemplar es la [apilla de El Salvador. Con este monumento y tumba, Cobos y su esposa Mª de Mendoza, quisieron demostrar su poder y prestigio.

Para esta capilla se tomó como modelo la Capilla Real  de Granada, levantada por Fernando el Católico para que sirviera de lugar de enterramiento para él y para la reina Isabel.

En 1536 firmó el contrato con los arquitectos Alonso Ruiz  y Andrés Vandelvira para levantar la capilla siguiendo los planos de Diego de Siloé. Esta obra se considera una de las joyas del renacimiento español y contó hasta la Guerra Civil con un retablo de Berruguete.




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